viernes, 18 de junio de 2010

Un pequeño homenaje

16-11-1922/18-6-2010






No lo leí tanto, apenas sólo un libro, apenas algunas notas en su diario virtual.
Lo que me modificó fue escucharlo hablar. Anita no podía ir entonces me recomendó que no me lo perdiera, y ahí estuvimos con Gabi y Juan. Ese día dio una clase en el Teatro Colón, la cola de gente daba la vuelta manzana. Me impresionó ver los palcos tan colmados de gente. Rebalsado el gallinero. No se presentaba un espectáculo con un alto despliegue estético, ni se escuchaba música que envolviera el ambiente hasta transportarlo a un estado espiritual. Había un escritor chiquito plantado en una mesa por delante del telón, con problemas de sonido y sin traductor; sin embargo, se le entendía hasta el Alma.
No sabía que los grandes podían ser tan humildes. Quizás porque uno está acostumbrado a escuchar a gente mediocre que tiene lugares privilegiados...a intelectuales de pocos modales, a cultos elitistas, a egocéntricos, narcisistas, cuadrados. Me gustaría que se callaran los tontos. Que reinara el silencio. Que la gente pensara más antes de hablar. Sólo puedo decir que hoy me puse un poco triste.


jueves, 17 de junio de 2010

Entre el cielo y la tierra

"Historia de las creencias" de Fernando Nicolay es una herencia de mi padre, un libro fascinante. Desde el primer capítulo habla sobre Dios y Dioses, el culto de los espíritus entre los salvajes y los no civilizados. Disfruté su lectura de adolescente, y todavía recuerdo con precisión los ritos funerarios más impactantes.
De niña acompañábamos a mi madre al cementerio a llevarle flores a mi padre, y mientras ella cortaba los tallos de los crisantemos para acomodarlos en el florero, nosotras, con Ana, mi hermana melliza, jugábamos entre los nichos y pasillos del cementerio.



A Patri, mi hermana mayor, siempre le gustaron las películas de terror. Era común ver toda la saga de Drácula, zombies y muertos vivos, agazapadas todas en la misma cama. Una noche no me podía dormir del miedo, veía sombras en la ventana que se acercaban y se escondían. Entonces, vino mamá y me consoló, me dijo algo que me tranquilizó bastante; "los muertos vivos y los vampiros no existen, esas son puras pavadas, no hay que tener miedo a eso, hay que tenerle miedo a los vivos".

Apenas encontré "La calavera" de Paul Westheim, me enamoré de su portada color rosa chicle rodeada de todas las rosas posibles.
"El México antiguo no temblaba ante Mictlantecutli, el dios de la muerte; tempblaba ante esa incertidumbre que es la vida del hombre. La llamaban Tezcatlipoca."
Al final, mi mamá tenía razón.



En "Antropología Filosófica", Cassirer dice: "El sentimiento de la unidad de la vida es tan fuerte e inconmovible que repugna y niega el hecho de la muerte. La idea de que el hombre es mortal por naturaleza y esencia parece extraña por completo al pensamiento mítico y el pensamiento religioso primitivo. Estamos inclinados a creer que el concepto del tiempo y del espacio es innato al espíritu humano. Pero es una ilusión. Esta idea casi no existe para la mentalidad primitiva que ve el nexo casual inmediato, entre lo dado y la fuerza oculta extraespacial. El mundo visible y el mundo invisible no forman sino uno solo."

En la calavera mexicana la Muerte no es extrahumana, no tiene fantasma; por lo tanto no gira en torno a lo macabro. Se enfrenta al hombre, y es posible, que ella, la muerte, no sea la más fuerte. Existe como parte y complemento de la vida, tal como la sombra es complemento de la luz. Esta concepción de la muerte como forma distinta de la existencia surge de determinada actitud ante la vida que se ha venido formando a través de una tradición milenaria y se manifiesta el día 2 de noviembre, día de los muertos. Es una día consagrado a la memoria de los muertos queridos.


jueves, 3 de junio de 2010

Un Dina-mo-dia-rio

Tengo que cambiar.

En realidad ya cambié. Y bastante.

Pero me quedó el blog rígido, estático.

Ya está, hoy va a ser un día distinto. No voy a tener miedo a lo esfímero. Borrón y cuenta nueva. Por todas las revoluciones juntas, que viva el caos cotidiano.

Este va a ser "Mi nuevo mundo visible", un replicante que cuenta ovejas humanas cuando intenta dormirse.

Y tiene un alma tan imperfecta como la mía.

Por si todavía se lo preguntan:

¿Dónde van los patos de Central Park en invierno?

Les cuento: los tengo a todos acá, junto con los patos del Parque Centenario. Estamos amuchados en mi departamento.

Es la única forma de pasar el frío en Buenos Aires.

Rodeada de un colchón de plumas.